Estimad@s colegas y amigos,
¡Desde el año pasado que no nos
hablábamos!
Buenas tardes.
En esta oportunidad, ya iniciado nuestro
Verano, me encuentro entre mi trabajo, días de lecturas, noches de altas
temperaturas, y jornadas extensas de doctorado. ¡Qué verano!
Pero nada hemos dicho al momento de ésto
que aqueja a todos, casi todos los argentinos, los cortes de luz y agua, y por
consiguiente, interrupción de rutas, caminos y calles de cualquiera sea la
ciudad que lo esté sufriendo. Por un lado, aquellos que "culpan" a
las empresas por su ineficiente respuesta a los problemas energéticos, del otro
que responsabilizan al Estado por no haber previsto, solucionado ni corregido
la situación que se dio el año anterior y el anterior... y el anterior. La
crisis energética no ha podido ser solucionada, paleada, en ningún modo.
También existe un "relato" un
poco más optimista, que dice que esto es inevitable por tratarse de un aumento en
el consumo y en la demanda de servicios, por tratarse de una situación que
denota el crecimiento económico-social-financiero de los ciudadanos y
habitantes en los últimos diez años.
Para poder responder a ello, ponemos en letras
el caso que todos vemos y desde hace tiempo con mayor intensidad, la situación dada en las calles y rutas donde aquellos
que son beneficiarios de derechos y ven afectados, no tutelados y desprotegidos
los mismos, salen a demostrar su profundo y sincero descontento, ni organizado
ni programado, por momentos violentos pero en ningún caso respondido, atendido
o solucionado.
Sólo puedo entender el desprecio, la
desidia y la desesperación, a través de la propuesta pesimista y literaria de Nietzsche
(El Ocaso de los Ídolos, Gradifco,
Buenos Aires, 2004).
“El
hombre aislado, el ‘individuo’, como ha sido entendido hasta ahora por el
pueblo y por los filósofos, es realmente, un error. En sí no es nada, no es un
átomo, ni un ‘eslabón de la cadena’, ni una simple herencia de otra época, sino
que es la completa y ‘única’ línea del hombre hasta llegar a él mismo.”.
“Si,
por el contrario, representa (…) la decadencia, la degeneración crónica, el
estado de enfermedad (…), su valor es muy escaso, y la más ínfima dignidad
exige que él le quite lo menos posible a los individuos bien constituidos,
puesto que no es más que un parásito de éstos últimos.” (Nietzsche, F., El Ocaso de los Ídolos, p. 114).
Profundizando aún más ese sentimiento
descarnado, pienso, será que nuestros políticos serán seres extramundanos, y
nos ven y desprecian por ser así… o será que ellos…
“…
Cualquier pobre diablo siente placer injuriando, porque esto le produce una
pequeña borrachera de poder…”(Nietzsche, F., El Ocaso de
los Ídolos, p. 115).
O me equivoco, otra vez, y debo pensar que nos ven:
“…
En toda queja, hay una pequeña dosis de ‘venganza’: a quienes “son” de otro
modo se les reprocha, como injusticia, como privilegio ilegítimo, el malestar,
incluso la mala condición de quien se lamenta. ‘Si yo pertenezco a la gentuza y
soy un canalla, tu deberías pertenecer a ella y serlo también; con esta lógica
se hace la revolución.” (Nietzsche,
F., El Ocaso de los Ídolos, p. 115).
Si bien no es necesario llegar a la afirmación
nietzscheana que “todo socialista atribuye malestar a otros, mientras el
cristiano se flajela”, podemos profundizar aún más la problemática a hoy
irresoluta.
Es importante que nos despertemos con esta
situación, la escueta respuesta de los políticos (no en TV sino con acciones)
no hace más que demostrar que estamos en presencia de notables casos de
marginalidad e invisibilización de víctimas.
No obstante, “no paguemos con la misma
moneda”, visibilicemos sus actos, incapacidades e impunidades.
Ahora sí, ¿los dejo pensando?
Yo sigo… visibilizando.
Un abrazo,
Damián R. Pizarro
Foto tomada el 8 de enero de 2014, en la esquina del Hospital Español. Personal del Hospital, ubicó bancos en la calle, cortando el tránsito de la Avenida Belgrano. |
Foto tomada el 8 de enero de 2014, en la esquina del Hospital Español. Personal del Hospital, ubicó bancos en la calle, cortando el tránsito de la Avenida Belgrano. |
“… La simple queja, el hecho de quejarse,
puede darle un encanto a la vida y hacerla soportable…”
(Nietzsche, F., El Ocaso de los Ídolos, p. 115).
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