Debido a una interesante cursada
de un módulo del doctorado, me vuelvo a encontrar con este magnífico socio...
econo... investig... con Marx. Quién en etapas de ciclo básico se ganó mi
rechazo por sus 'utopías', pero en mis tiempos y estados de ebullición más
socialista y contra-modelos fuera un gran aliado e inspiración inimaginada.
Quizás lo que más me causaba
alejamiento era su cuasi desprecio a ello que era mi ejemplo, a esa
evangelización del éxito (ver Profetas
del éxito en el Evangelio de la
Prosperidad) de un discurso de profunda doctrina capitalista, una crítica
desde el pasado al sueño del tío (ver Tío
Rico McPato en DuckTales), desde
las penumbras un ciberataque al modelo puesto, impuesto, y adquirido. Pero
elegido y con gusto, con pasión, y otros siete inconvenientes más (ver Charles Montgomery Burns o Sr. Burns en The Simpsons). Ése sueño de Carlos Slim,
Bill Gates, Amancio Ortega, o magnates alimenticios como Monsanto o Von Baer,
discutidos desde las sombras.
Aún con diferencias temporales o
espaciales, pero con muchas similitudes y atinos prospectivos, Marx esbozó la
idea de nuestra realidad, anticipó aquello que empeoró y se profundizó con
extrema fortaleza, desde la superproducción, la voracidad del capitalista,
hasta la función anti-sistema del propio capitalismo más perverso.
Pero, ¿qué tiene que ver el
marxismo con la profesión del abogado?
Aquellos hombres y mujeres que
persiguen la prosperidad para convertirse en abogados de fortuna y abogadas exitosas, que estudian,
recopilan, acopian y clasifican, leyes, decretos, resoluciones, impuestos,
doctrinas y jurisprudencias, recorren edificios públicos, presentan escritos,
oficios, pruebas y demandas.
Pero, reitero la duda existencial y fundamental
para este trabajo, ¿Ello que tiene que ver con el ejercicio del abogado?
El mismo Marx nos dedicó unas
líneas, donde decía…
“La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se
tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus
servidores asalariados al médico, al jurista,
al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia…”. (ver Manifiesto Comunista de 1948, en www.marxists.org)
De ésta ultima parte puede
notarse que en su visión, el capitalismo logró absorber a aquellos técnicos,
artistas, actores (sean protagonistas, de reparto, o simplemente extras) del
sistema jurídico. Y en dicha actividad, sea en un estudio jurídico, en la misma
administración de justicia o en empresas cuyas funciones son vinculadas con la
vida jurídica o judicial.
Si bien no puedo en este
comentario, abundar o dedicarme a hacer cálculos de amplia extensión para
reflejar a través de las matemáticas que existe una diferencia entre lo que
perciben aquellos para los que los profesionales mencionados desarrollan tareas
y les conceden su tiempo a cambio de un salario. Propiamente, aquí también hay
plusvalía.
Existen otras realidades, que
trascienden a la plusvalía y que al mismísimo Marx podrían causarle una nueva
gripe (ver Francis Wheen en Karl Marx).
El abuso de la posición dominante
se ve en pasantías, tanto en empresas como organismos estatales; trabajadores ad honorem o meritorios, hasta hace poco
tiempo en casi todos los tribunales de Argentina, y en algunos donde aún subsiste
el mero pago de viáticos, al igual que en ciertos estudios, que sin importar su
nivel o grandeza, continúan oprimiendo a aquellos empleados, estudiantes o
abogados juniors, o simplemente
abogados experimentados devaluados por el mercado profesional laboral.
Antes de pensar en la posibilidad
de un cambio sustancial, deben existir cambios que hacen a lo básico, a lo
esencial. El derecho fundamental de las personas a una vida digna, debe venir
acompañado por una política de dignificación que el mismo Manifiesto Comunista
menciona, y que tomado de su versión más antigua, la religión se basa en la
necesidad de trabajar para poder vivir. Ello tira por tierra que, sea
socialista o simplemente humanista, el hombre para ser completo requiere el
sustento, y ello no viene aparejado de un trabajo esclavo o gratuito, sino de
una remuneración justa por una determinada tarea o función, y si fuere posible
discutir desde un punto mayor si la plusvalía que conservan las empresas o
estudios jurídicos, esa diferencia que obtienen de la contratación de un
servicio profesional de un abogado, y lo que se cobra finalmente por el mismo
al cliente.
¿Qué hay por fuera de éstos? ¿Qué
nos espera puertas afuera de tales lugares, de grandes empresas o el mismo
Estado?
Nos deparan pocas posibilidades,
el trabajo arduo pero de poca monta, limitadas chances de trascender a ello que
nos haga plenos. El capitalismo pone las reglas del juego, el sistema exige su
cumplimiento a cambio de un precio, pero luego no paga ese honorario o coste
cómo y cuándo debe, sino cuando se le antoja a aquellos que detentan los medios
de producción, las carteras de grandes clientes y dueños de frondosas bibliotecas.
Por ahora, ése es otro tema, hoy
tenemos que limitarnos nuevamente a pedir se respete lo fundamental, lo
constitucional, la vida del reclamo de los mínimos, eso que indigna a muchos
(ver Los Indignados Españoles ó Los 20 Centavos de Brasil).
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